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La Havana, Cuba



Mi recomendación después de este viaje es: vaya a Cuba y regrese con la misma impotencia y desilusión que yo experimenté, o no vaya a Cuba y quédese con la historia que le cuentan los libros; pero no lea solo lo que usted quiere leer, lea ambas historias, así como hice yo y ahora le cuento la mía.

Permanecí dos largos días ahí, en la Havana, donde se le dio vida al nefasto acuerdo entre Santos y las Voces de FARC. Y, aunque me había prometido no visitar Cuba mientras se mantuviera en dictadura, a veces me resulta más fácil comprender la perspectiva de la gente cuando vivo sus tan predicadas ideologías. Por esta razón, decidí pegarme el viaje.

La verdad es que ni curiosidad me daba visitar un lugar que se paró en 1950 y no evolucionó para sus ciudadanos comunes más si para los mandamases del gobierno. Para eso, podría haber visitado la comunidad Amish en Lancaster, donde la libertad es uno de los pilares innegociables de la sociedad. Pero es que Cuba tiene ese atractivo que le encanta a los tan autoproclamados de izquierda: la historia sangrienta y opresiva que aún hostiga.


Cuba tiene esa paradisiaca magia que le encanta al gringo liberal progresista; calles coloniales destruidas, imágenes del Che en todas las esquinas, canecas llenas basura desbordada decorando los andenes, miseria, pueblo oprimido e historias angustiantes de sus ciudadanos gritando pasivamente por libertad. Todo aquello que les evoque lo prohibido, lo negado, lo advertido, lo arrebatado, todo eso es lo que encanta de Cuba.

Y ni hablar de mis compatriotas colombianos, a los que se les ve en el Facebook conmemorando la vida del Che Guevara o conmocionados por la muerte de Castro, pero preguntando en el mismo muro que quién viene de Miami para que les traigan el Xbox, Nintendo o PlayStation para los hijos, y el Levis para ellos mismos; esos mismos que cada viernes buscan un barcito con pintica bohemia para gastarse los pesos que se hicieron en la semana -irónicamente- en Mojitos o Cubalibre.

En Cuba el 95% de las personas no puede pagar las salidas a restaurantes los fines de semana, los restaurantes pertenecen al gobierno y los precios están en Peso Cubano Convertible (CUC), que es la moneda para el extranjero que llega a Cuba.

Con respecto a la moneda de Cuba, explico, tienen dos: el peso cubano y el peso cubano convertible (CUC). El salario lo ganan en peso cubano, pero las “compras” las pagan en CUC. El cambio es de 3 centavos de dólar americano por 1 peso cubano, y un dólar americano por cada Peso Cubano Convertible.

En otras palabras, en promedio, ganan 8 dólares al mes, pero necesitan 120 para vivir decentemente. Sin embargo, no falta el pajazo de los izquierdistas, “es que en Cuba la gente no muere de hambre”. Evidentemente no, pero sí de rodillas, humillados, sin libertad.


Nacer en Cuba es como nacer esclavo para siempre. Quien nace cubano, no puede salir del país, a menos que los patrocinen desde otros países o se vaya en balsa a las Bahamas. Pero esos mismos colombianos de izquierda se defienden, “es que en Cuba la salud es gratis.” ¡Ja! Carcajada, quieren salud gratis, pero en Colombia se quejan de la ley 100.

Modelos capitalistas como Canadá tienen más consideración con el paciente y mejores condiciones sociales para sustentar un sistema de salud en el que se tiene derechos y no se mendiga salud. Pero ¡obvio! si tienen a Cuba de modelo, ¿para qué compararse con Canadá?

Tienen educación gratis, ¿para qué? Si con el título no se puede vivir dignamente; la prostitución (oops, turismo) es una de las mayores fuentes de ingreso para la población femenina cubana. Además, un médico estudia más y se prepara mejor que el barman al que no le alcanzan las notas para entrar a la universidad. Sin embargo, este último hace un mejor salario conviviendo y atendiendo al turista, ese mismo que viene del lejano capitalismo a conocer lo “maravilloso” de Cuba y embarcarlos en las ilusiones promisorias en el lejano o inexistente futuro cubano.


De los datos más impactantes:

  • No hay propiedad privada, se sabe. Si acaso el carro americano de 1950, el cual pasa de generación en generación, pero no puede trabajarlo si no le paga al gobierno un impuesto y se afilia a la “agencia” (del gobierno también).

  • Solo tienen 6 canales de TV, proporcionados por el Estado, claro está.

  • Los libros están limitados a lo que el gobierno quiere mostrarles a los ciudadanos (forma de lavarles el cerebro)

  • Si hay criminalidad, no entre ellos, pero si contra el turista.

  • La red de internet es vigilada, bloqueada, infiltrada; nada de permitir ideas imperialistas.

  • 2 y 3 familias viven en una misma casa. Me imagino yo el despelote, si solo vivir con los hijos propios y la pareja que uno escogió se vuelve a veces difícil.

  • Los ciudadanos no tienen derecho de portar armas. ¡Obvio! Lo mismo que hizo Santos después de dejarnos con el disgusto de robarse las elecciones y el plebiscito, prohibió el porte de armas.

  • Ya me imagino el resto de Cuba, si se supone que lo que yo vi fue lo más lindo, lo que se le muestra al turista.

  • Los cubanos son felices con su vida en cuba. El grado de felicidad es inversamente proporcional al número de cubanos en la puerta de la embajada española esperando por visa.

  • Si quiere ir a las playas, pague otra visa distinta a la visa “people to people”.

Lo positivo

  • La comida es deliciosa

  • La gente conserva esa calidez propia del caribeño

  • Los cubanos no pierden las esperanzas

  • Las nuevas generaciones en Cuba la tienen clara.

Así me despido, hoy desde La Havana, mañana desde la luna,


Instagram @saluakamerow


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